Manuel Rodríguez Cuadros candidato
La diplomacia al sillón presidencial
Su hoja de vida es envidiable y eso es algo que no se puede negar. Manuel Rodríguez Cuadros siempre se ha mantenido al margen de los escándalos políticos y faranduleros. Su trayectoria es hasta el momento, intachable, y aunque muchos creen que su postulación al sillón presidencial por el partido Fuerza Democrática es una causa perdida, otros aseguran que puede dar una inesperada sorpresa en estos comicios y convertirse en el outsider que muchos esperan.
Manuelito, como le decían de pequeño, es hijo de Elva Cuadros y el educador José Gabriel Rodríguez Figueroa; quizá por eso le gustó desde niño la lectura y la cultura. Nació en la enigmática ciudad del Cusco el 17 de marzo de 1949 y desde siempre mostró un real apego por cuidar de su tierra y trabajar por ella.
La educación primaria la estudió en el Colegio Salesiano del Cusco y la secundaria en la Gran Unidad Escolar Ricardo Palma, muy reconocida por la capacidad de sus estudiantes para las letras y ciencias. Ya a los 25 años mostró su interés por la realidad nacional e internacional, que plasmaba como editorialista en el diario Correo de Lima e inclusive incursionó en la televisión como comentarista político, durante la época del gobierno dictatorial de Juan Velasco Alvarado.Desde entonces su desarrollo profesional sería cuesta arriba. Estudió Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y se licenció en Relaciones Internacionales en la Academia Diplomática del Perú. Tiene un máster en Derecho Internacional y Relaciones Internacionales en la Universidad de París V René Descartes, y un doctorado en Derecho Internacional con mención en Derecho Internacional del Desarrollo en la misma universidad.
Pero los estudios no necesariamente garantizan un buen desempeño político, sobre todo en la realidad nacional, llena de prensa, escándalos y paparazzi. Sin embargo, Rodríguez Cuadros ha demostrado, hasta el momento, serle fiel al término diplomacia, en los cargos que ha asumido.
En el año 1992 se desempeñó como asesor principal de la División de Derechos Humanos de la Misión de Paz de las Naciones Unidas en El Salvador, y a fines de diciembre de 1992 fue cesado en el servicio diplomático del Perú por el gobierno de Alberto Fujimori, una decisión que para algunos fue muy cuestionada; pero no haría más que fortalecer al futuro canciller.
Manuel Rodríguez siguió cultivando nombramientos y reconocimientos en departamentos internacionales, sobre todo en aspectos relacionados a la defensa de los derechos humanos y asuntos políticos e internacionales.
También incursionó en la docencia. Fue profesor de Economía Política en el Colegio Peruano-Británico, y también docente en la Academia Diplomática del Perú, en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en la Universidad de San Martín de Porres, en la Universidad Ricardo Palma, en el Centro de Altos Estudios Nacionales, en el Centro de Altos Estudios Militares del Perú y en la Escuela Superior de Guerra Naval.
Pero su carrera no sería pública sino hasta el año 2001, cuando luego de la caída del gobierno de Alberto Fujimori, asumió el viceministerio de Relaciones Exteriores del país para luego asumir la cartera, durante la gestión de Alejandro Toledo. Uno de los temas más importantes y controvertidos de su gestión fue sin duda el debate sobre la demanda de la salida al mar de Bolivia. No por gusto lo nombraron embajador del Perú en ese país luego de su salida definitiva del gobierno toledista.
También fue una pieza fundamental en la controversia de la delimitación marítima entre Perú y Chile. El 19 de julio de 2004, Manuel Rodríguez solicitó de manera formal, a través de una nota diplomática dirigida a su par chilena Soledad Alvear, el inicio de negociaciones entre Perú y Chile para delimitar la frontera marítima. Aunque aún se espera un fallo final sobre el tema, no cabe duda que el inicio de las conversaciones se dan con su gestión.
PLAN DE GOBIERNO
Luego de tantos años trabajando en diplomacia y derecho internacional, Rodríguez Cuadros decidió formar parte más activa y pública en la vida peruana. Decidió aceptar la propuesta del joven partido Fuerza Social y se lanzó como candidato al sillón presidencial. Una decisión arriesgada para una persona tan acostumbrada a las buenas formas y tan poco compatible con el tipo de política que se desarrolla en las campañas electorales.
Hasta el momento Rodríguez se ha mantenido mesurado. Sus propuestas han sido claras aunque consideradas por algunos como “demagógicas”. La idea de establecer una pensión solidaria de 200 soles mensuales para todos los ciudadanos mayores de 65 años que no posean ingresos de una jubilación, generó controversia en algunos de los otros candidatos que consideraron la propuesta como una más del montón que pretende ganarse a los más necesitados.
El tema de los derechos humanos es también otro fuerte en su campaña. Por la conocida inclinación popular del partido Fuerza Social, el deseo de la no discriminación de sexo, condición social y profesional, decoran su discurso con una visión de inclusión que siempre intenta reforzar en sus presentaciones, que aunque no tienen mucha afluencia, son bien recibidas por el público.
Quizá uno de los temas más controvertidos es el relacionado a la elección homosexual y las condiciones de vida de quienes optan por la misma. Hace poco sostuvo que la homofobia debe estar fuera del lenguaje de la democracia peruana y se mostró en total acuerdo con el “matrimonio integral” entre homosexuales, no respaldando la propuesta de una unión civil que a su parecer solo es un “gueto jurídico” que no resuelve ningún problema de discriminación.
Ha calificado de “frivolidad” la elección de candidatos faranduleros, deportistas o artistas que postulan al Congreso por diferentes partidos. Para el ex canciller, el ingreso de personas tan poco preparadas es una falta de respeto al elector, a menos que se compruebe un bagaje cultural y de lucha a favor de un sector determinado de la población como la dedicada al arte o al sano deporte.
No hay duda de que Manuel Rodríguez Cuadros es un buen candidato. Luego de conocer su trayectoria podemos hablar de un postulante serio, con educación de primera y un trato que de lejos se lleva de encuentro a Toledo, Ollanta Humala y Keiko Fujimori, que probablemente no tienen el mismo bagaje cultural que nuestro ex canciller.
Sin embargo, en la política peruana esto no basta. También participa el criollismo, la identificación con el pueblo, el ensuciarse los zapatos y hablar con jergas para hacernos entender; y en este aspecto Rodríguez Cuadros no tiene mucho campo, dirían algunos, “le falta calle” para hacerse entender.
La contienda electoral está calentando motores y aún no se han caldeado los ánimos como se espera. Por lo menos sabemos que Manuel Rodríguez tiene el propósito de no indultar a Alberto Fujimori, un plus que no podemos encontrar en otros candidatos. Solo el tiempo dirá si el ex ministro puede repuntar en las encuestas, quizá finalmente el peruano opte por la inteligencia y la capacidad intelectual en lugar del tractorcito o bicicleta que ya nos dio mortales dolores de cabeza.
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