FORUM TPSIPOL : RED DEMOCRATICA
25/01/2010
" Pero el pensamiento critico debe ejercerse sobre nosotros. Creo que algunos jovenes..tienen un excesivo respeto por nosotros. No me excluyo de estas criticas, todo lo contrario. Ha ocurrido sin discutirse, pensarse y menos interrogarse.."
(Carta de Flores Galindo ,1990 antes de fallecer)
Continuando con nuestro foro debate sobre la problematica y perspectivas de la politica exterior peruana (ver archivos), saludamos un aniversario mas de la emblematica figura del Embj. Perez de Cuellar.
Este aniversario y remembranza de su gestion no puede escapar a nuestro analisis y evaluacion colectiva por lo significa en el marco del desarrollo de diplomacia peruana y la busqueda de pistas sobre la futura gestion de nuestra politica exterior en un mundo cada vez mas interconectado.
En esta busqueda de futuro , no cesaremos de ejercer un pensamiento critico, imaginativo y constructivo que alimente la proyeccion de nuestra alicaida proyeccion externa.
Aqui la primera parte .
C. Gayoso
Edito
(I) El icono
Arts. rels.
(1)
UN Diplomatic Times
http://undiplomatictimes.com/Javier_Perez_De_Cuellar.html
(2)
La Primera
25/01/2010
Manuel Rodriguez
Javier Pérez de Cuéllar cumplió noventa años el 19 de enero. Y fue objeto de un justo homenaje. Un excelente signo de buena salud nacional, en un país donde el reconocimiento al otro siempre es esquivo. Schopenhauer decía que “la verdadera salud del espíritu consiste en la perfección del recuerdo”. El recuerdo del nonagésimo aniversario de Pérez de Cuéllar, lleno de simbolismos, es también una manera positiva de valorar en su propio itinerario la vida y el hombre, la obra y la historia de quien es, en la concepción de Jorge Basadre, un referente esencial de la realización de la promesa de la vida peruana .
Cuando Javier Pérez de Cuéllar asumió la Secretaría General de las Naciones Unidas, en enero de 1982, el mundo observaba cómo se agudizaba la lógica del conflicto. En abril se inició la guerra de las Malvinas. Casi simultáneamente Israel atacó el Líbano. Irán e Irak seguían escalando en la guerra. En noviembre Andropov rechazó la propuesta americana de la opción cero. Maurice Bertrand en L´Etat du Monde, sentenciaba: “La ONU en definitiva sólo aparece como un foro de propaganda… nadie sabe todavía qué tipos de reforma podrían dar mayor utilidad a la organización”.
Seis años después la situación cambió radicalmente. La ONU a un ritmo inteligentemente dirigido por Pérez de Cuéllar y acompasado con los cambios que se aceleraron a partir de la “perestroika”, pasó por primera vez en la historia a ejercer sus poderes reales a través del Consejo de Seguridad. Se puso fin a la guerra Irán-Irak, la invasión de Irak a Kuwait fue objeto de una intervención legítima aprobada por el Consejo de Seguridad que culminó con la restitución de la soberanía de Kuwait; en Afganistán la mediación de Naciones Unidas logró el cese del fuego y el retiro de las tropas soviéticas; se firmaron los acuerdos de paz en El Salvador; en Camboya se negoció el cese del fuego; las Naciones Unidas obtuvieron la independencia de Namibia y un avance decisivo para liquidar el apartheid, incluyendo la liberación de Nelson Mandela el 11 de febrero de 1990.
El mismo Maurice Bertrand, tan crítico de la inoperatividad de la ONU en 1982, escribió en 1989: “…la ONU y su secretario general, Javier Pérez de Cuéllar, gozan de una sostenida popularidad, el papel jugado por la organización en la resolución de los conflictos regionales ha ganado la primera página de la prensa internacional; las fuerzas para el mantenimiento de la paz han obtenido el Premio Nobel. ¿Cómo explicar este cambio en la situación?”.
La respuesta está en la forma como Pérez de Cuéllar leyó las tendencias del cambio y lideró las negociaciones, asegurando que por primera vez en su historia el Consejo de Seguridad asuma plenamente sus facultades y funciones, en una sintonía fina con el ejercicio eficaz de las propias prerrogativas y capacidades del secretario general. Sin confundir los poderes de uno y otro.
En medio de decisiones que cambiaron la historia del mundo, Pérez de Cuéllar nunca perdió de vista al ser humano, a la población civil en los conflictos o a su dignidad frente al poder despótico. Hay en su pensamiento y obra un sustrato humanista, ajeno a toda retórica, que lo dota de una dimensión universal.
(3)
El Comercio
24/01/2010
Javier Pérez de Cuéllar: "Para llegar a los 90 años hay que ser tolerante"
El prestigioso diplomático opina que quien se desempeñe como secretario general de la ONU debe ser independiente, tanto de su propio país como de las potencias integrantes del Consejo de Seguridad
Domingo 24 de enero de 2010 - 01:41 pm
Por Marysienka Miró Quesada
Uno de los más prestigiosos periódicos del mundo, “The Times” de Londres, publicó hace algunos meses que usted fue el mejor secretario general de las Naciones Unidas, lo cual es muy importante para nosotros. Es realmente notable que recuerden así su trabajo.
Muchas gracias. Sí, salió un artículo en el “Times” de Londres… De todos modos, cuando ya uno es viejo todo el mundo comienza a encontrarle méritos.
He releído una entrevista que le hice hace años. En ella le preguntaba sobre los logros de las Naciones Unidas y usted decía: “Las Naciones Unidas es una asociación voluntaria. Los socios se unieron y, por lo tanto, ellos tienen que cumplir”. Recordando esa época y los temas políticos que tratamos, ¿cree que varios de ellos se resolvieron?
Sí, algunos se resolvieron, pero muchos todavía no. Por ejemplo, el caso del Medio Oriente permanece sin solución, y después Afganistán…ha empeorado.
Cambió, pero sigue siendo un problema grave también…
Sí, cambió. Cuando yo traté el tema de Afganistán, estaba ocupado por los rusos. Yo conseguí su retiro y luego vino el caos. Porque cuando estaban los rusos ahí era un régimen muy duro. En realidad fue una gran cosa que salieran, pero al mismo tiempo fue un problema porque entonces comenzó el desorden con la lucha entre las distintas facciones dentro del propio país, y luego se ha vuelto otra vez internacional por la existencia de Al Qaeda. Los talibanes son terroristas, que en realidad están motivando la presencia de fuerzas militares de Estados Unidos, de Inglaterra, de Francia y de los países europeos. Afganistán es probablemente el más peligroso problema que hay en el mundo.
Usted fue embajador del Perú ante las Naciones Unidas. ¿Cuáles son sus principales recuerdos de esa época?
Lo fui durante casi cuatro años. Después fui representante de Naciones Unidas, ya no como peruano sino como funcionario internacional en Chipre y luego justamente en Afganistán. Fue ahí cuando promovimos la resolución del problema de la presencia de los rusos, que se retiraron en una ceremonia importante que se realizó en Suiza. De manera que ese es un problema que se ha transformado; ahora es un problema de otra dimensión, y está envuelto ahí prácticamente todo el Occidente, Estados Unidos y la Unión Europea.
Otros problemas que usted trató fueron los de África del Sur, y luego la crisis en América Central, que también la resolvió.
Sí, lo de América Central se resolvió al término de mi mandato. En el África se solucionó el problema de la independencia del último país africano, Namibia, que era todavía una suerte de colonia de Sudáfrica en el sur del continente. Asimismo, un problema para nosotros importante —porque se trata de América Latina— fue el de El Salvador, ahora un país estable.
¿Y cuál considera su logro más importante en todas las crisis que enfrentó durante la época que fue secretario general?
Quizá el más difícil, el más duro, fue resolver el problema entre Irán e Iraq, porque cuando cayó la monarquía en Irán, es decir el sha, Iraq hizo un mal cálculo, creyó que ese país estaba prácticamente destruido porque se había caído el gran poder e inició una agresión contra Irán. Lo que ocurrió fue que en Irán despertó el patriotismo del pueblo y hubo una guerra que duró ocho años. Yo negocié durante buena parte del período en que fui secretario general para resolver ese conflicto. Un problema permanente en el Iraq de Saddam Hussein es que fue sistemáticamente un país agresor, y había que estar constantemente atento a su próximo movimiento. Así como realizó la invasión de Irán, poco después lanzó la invasión de este pequeño país, Kuwait, bajo el pretexto de que había sido parte de Iraq hacía ya muchos años, un país muy rico en petróleo.
Sobre la historia de su profesión, que acaba de merecer un homenaje, queremos saber qué influyó en su decisión de dedicarse a la diplomacia y si alguna vez tuvo otra inclinación.
Cambió, pero sigue siendo un problema grave también…
Sí, cambió. Cuando yo traté el tema de Afganistán, estaba ocupado por los rusos. Yo conseguí su retiro y luego vino el caos. Porque cuando estaban los rusos ahí era un régimen muy duro. En realidad fue una gran cosa que salieran, pero al mismo tiempo fue un problema porque entonces comenzó el desorden con la lucha entre las distintas facciones dentro del propio país, y luego se ha vuelto otra vez internacional por la existencia de Al Qaeda. Los talibanes son terroristas, que en realidad están motivando la presencia de fuerzas militares de Estados Unidos, de Inglaterra, de Francia y de los países europeos. Afganistán es probablemente el más peligroso problema que hay en el mundo.
Usted fue embajador del Perú ante las Naciones Unidas. ¿Cuáles son sus principales recuerdos de esa época?
Lo fui durante casi cuatro años. Después fui representante de Naciones Unidas, ya no como peruano sino como funcionario internacional en Chipre y luego justamente en Afganistán. Fue ahí cuando promovimos la resolución del problema de la presencia de los rusos, que se retiraron en una ceremonia importante que se realizó en Suiza. De manera que ese es un problema que se ha transformado; ahora es un problema de otra dimensión, y está envuelto ahí prácticamente todo el Occidente, Estados Unidos y la Unión Europea.
Otros problemas que usted trató fueron los de África del Sur, y luego la crisis en América Central, que también la resolvió.
Sí, lo de América Central se resolvió al término de mi mandato. En el África se solucionó el problema de la independencia del último país africano, Namibia, que era todavía una suerte de colonia de Sudáfrica en el sur del continente. Asimismo, un problema para nosotros importante —porque se trata de América Latina— fue el de El Salvador, ahora un país estable.
¿Y cuál considera su logro más importante en todas las crisis que enfrentó durante la época que fue secretario general?
Quizá el más difícil, el más duro, fue resolver el problema entre Irán e Iraq, porque cuando cayó la monarquía en Irán, es decir el sha, Iraq hizo un mal cálculo, creyó que ese país estaba prácticamente destruido porque se había caído el gran poder e inició una agresión contra Irán. Lo que ocurrió fue que en Irán despertó el patriotismo del pueblo y hubo una guerra que duró ocho años. Yo negocié durante buena parte del período en que fui secretario general para resolver ese conflicto. Un problema permanente en el Iraq de Saddam Hussein es que fue sistemáticamente un país agresor, y había que estar constantemente atento a su próximo movimiento. Así como realizó la invasión de Irán, poco después lanzó la invasión de este pequeño país, Kuwait, bajo el pretexto de que había sido parte de Iraq hacía ya muchos años, un país muy rico en petróleo.
Sobre la historia de su profesión, que acaba de merecer un homenaje, queremos saber qué influyó en su decisión de dedicarse a la diplomacia y si alguna vez tuvo otra inclinación.
Siempre me han preguntado por qué acabé siendo diplomático. Entré al Ministerio de Relaciones Exteriores cuando tenía 20 años porque me fastidiaba que me dieran propinas y preferí trabajar. Era el año 1940 y ahí continué. El interés por lo extranjero lo tuve desde siempre: me gustaban la geografía, las medallas y las estampillas. Cuando tienes esos intereses, sabes dónde está un país en África o en Asia. Luego me interesaban los idiomas; tuve un profesor de francés y lo aprendí cuando tenía 14 años. También hablaba algo de inglés. Había pues una suerte de proyección a lo extranjero, siempre naturalmente como peruano. Luego me recibí de abogado y después entré como secretario miembro del Servicio Diplomático del Perú. En realidad yo tengo dos profesiones, abogado y diplomático, y con esa doble calificación he hecho mi larga carrera de 70 años. Como diplomático era un abogado del Perú hacia el extranjero. Y cuando fui secretario general de Naciones Unidas era también un abogado, pero en este caso no del Perú, sino un abogado de la comunidad internacional.
Como joven diplomático, a mediados de la década del 40 asistió a la primera asamblea de la ONU en Londres.
Como joven diplomático, a mediados de la década del 40 asistió a la primera asamblea de la ONU en Londres.
Exactamente. Me acuerdo que estaba en la última fila de la sala enorme en Londres, donde yo era delegado. Es decir, se iniciaron los trabajos de las Naciones Unidas en Londres, y asistieron jefes de estado y delegaciones de países remotos. Estaba el primer ministro de Inglaterra, el presidente de Francia, el primer ministro de España, en fin, grandes personalidades; y yo como peruano, por orden alfabético, estaba ubicado al final de la sala y entonces llegó el momento en que eligieron al primer secretario general, era un señor noruego (Trygve Lie), pero jamás se me ocurrió que yo lo reemplazaría al cabo de 30 años.
¿Qué características debe tener la persona que lidera el organismo máximo internacional? Usted se reunió hace poco en Nueva York con el secretario general Ban Ki-Moon. ¿Qué consejos le dio?
La principal calificación que tiene un secretario general es ser independiente, yo fui independiente de mi propio país. He sido diez años secretario general y en el Perú ha habido tres gobiernos sucesivos y jamás ninguno de esos gobiernos me pidió siquiera un puesto para un peruano, para un protegido; es decir, mi propio país siempre respetó mi independencia, de lo que yo naturalmente estaba no solo agradecido sino orgulloso. Además no teníamos problemas, nosotros hemos sido en estos últimos cincuenta años un país pacífico. Se dio el caso de Las Malvinas, los argentinos consideraban que debían ocupar las islas, las estimaban suyas, los ingleses lo mismo. Entonces yo era secretario general. Naturalmente como peruano mi simpatía iba del lado de Argentina, además de ser un país al que le tengo afecto; pero yo no podía sino ser imparcial, no podía dar ninguna muestra de inclinación a favor de uno u otro, y eso fue muy apreciado, sobre todo por los ingleses. En ese caso, como secretario general presenté una propuesta completamente imparcial, pero no funcionó porque no convenía a los argentinos, pero yo tenía que ser totalmente independiente. Estando con Gonzalo Gutiérrez, el embajador del Perú en la ONU, le dije a Ban Ki-Moon: “La primera cualidad de un secretario general es la independencia, no sea usted dependiente de ninguno de los cinco grandes países que constituyen el Consejo de Seguridad: EE.UU., Inglaterra, Francia, Rusia y China”. También le dije: “Invite a los miembros del Consejo de Seguridad, converse con ellos, vea cómo puede conciliarlos entre ellos y en relación con los grandes problemas existentes”.
¿En qué debe cambiar la ONU para obtener mayores logros?
¿Qué características debe tener la persona que lidera el organismo máximo internacional? Usted se reunió hace poco en Nueva York con el secretario general Ban Ki-Moon. ¿Qué consejos le dio?
La principal calificación que tiene un secretario general es ser independiente, yo fui independiente de mi propio país. He sido diez años secretario general y en el Perú ha habido tres gobiernos sucesivos y jamás ninguno de esos gobiernos me pidió siquiera un puesto para un peruano, para un protegido; es decir, mi propio país siempre respetó mi independencia, de lo que yo naturalmente estaba no solo agradecido sino orgulloso. Además no teníamos problemas, nosotros hemos sido en estos últimos cincuenta años un país pacífico. Se dio el caso de Las Malvinas, los argentinos consideraban que debían ocupar las islas, las estimaban suyas, los ingleses lo mismo. Entonces yo era secretario general. Naturalmente como peruano mi simpatía iba del lado de Argentina, además de ser un país al que le tengo afecto; pero yo no podía sino ser imparcial, no podía dar ninguna muestra de inclinación a favor de uno u otro, y eso fue muy apreciado, sobre todo por los ingleses. En ese caso, como secretario general presenté una propuesta completamente imparcial, pero no funcionó porque no convenía a los argentinos, pero yo tenía que ser totalmente independiente. Estando con Gonzalo Gutiérrez, el embajador del Perú en la ONU, le dije a Ban Ki-Moon: “La primera cualidad de un secretario general es la independencia, no sea usted dependiente de ninguno de los cinco grandes países que constituyen el Consejo de Seguridad: EE.UU., Inglaterra, Francia, Rusia y China”. También le dije: “Invite a los miembros del Consejo de Seguridad, converse con ellos, vea cómo puede conciliarlos entre ellos y en relación con los grandes problemas existentes”.
¿En qué debe cambiar la ONU para obtener mayores logros?
La organización se rige por una carta, que viene a ser como una constitución o como un código: la Carta de las Naciones Unidas. Yo creo que después de más de sesenta años de existencia esa carta debería ser reformada, en el sentido de darle una presencia importante y definitiva no solamente a los cinco países miembros permanentes del Consejo de Seguridad, sino a otros países representativos, grandes estados como India, Brasil o México, que también tengan una posición de privilegio, que sean convocados para discutir los nuevos problemas que puedan surgir, como por ejemplo el problema de Afganistán. Habría que compartir el poder, lo que implica que en el Consejo de Seguridad estén representados permanentemente países de América Latina, de África, del mundo árabe. Otro ejemplo es el drama que acaba de haber con la conferencia sobre el cambio climático. El secretario general convocó una conferencia en Copenhague, que resultó un fracaso total; fueron muchos jefes de Estado, pero cada uno va a defender sus intereses, nadie piensa que hay algo superior a los intereses de cada uno, que es el interés de la humanidad. Pero lo que prevalece son los intereses de los grandes países y sin ellos no se puede resolver absolutamente nada.
Acaba de recibir un homenaje. ¿En ese contexto qué ha significado para usted el Perú durante toda su carrera diplomática?
El Perú para mí era todo, constantemente. Felizmente nunca he tenido en Naciones Unidas durante 17 años ningún problema en el cual estuviera envuelto el Perú, esa ha sido mi gran ventaja: al haber podido preservar impecablemente mi independencia, mi país nunca ha estado envuelto en ningún problema de orden internacional.
¿Por ese amor que le tiene al Perú, qué consejo le daría al ministro de RR.EE. ahora que debe tratar temas tan delicados como el diferendo pendiente entre nuestro país y Chile?
Acaba de recibir un homenaje. ¿En ese contexto qué ha significado para usted el Perú durante toda su carrera diplomática?
El Perú para mí era todo, constantemente. Felizmente nunca he tenido en Naciones Unidas durante 17 años ningún problema en el cual estuviera envuelto el Perú, esa ha sido mi gran ventaja: al haber podido preservar impecablemente mi independencia, mi país nunca ha estado envuelto en ningún problema de orden internacional.
¿Por ese amor que le tiene al Perú, qué consejo le daría al ministro de RR.EE. ahora que debe tratar temas tan delicados como el diferendo pendiente entre nuestro país y Chile?
Es un poco difícil la pregunta porque yo soy muy amigo del ministro de Relaciones Exteriores, José Antonio García Belaunde, ha sido un diplomático que ha trabajado conmigo cuando yo era embajador ante las Naciones Unidas. No tengo consejo que darle porque no tengo ninguna objeción a su política; al contrario, y no es porque sea mi amigo, en realidad el Perú está manejando su posición internacional muy hábilmente, inclusive los problemas que espero que no sean duraderos con Chile.
Sobre esta división que hay en América Latina entre dos puntos de vista: por un lado quienes están abiertos al comercio y la integración internacional, como el Perú, Colombia o Chile, y por otro lado los países que tienen diferente visión de desarrollo, que son los integrantes del ALBA, ¿cómo visualiza usted la solución del conflicto entre estas dos posiciones?
Sobre esta división que hay en América Latina entre dos puntos de vista: por un lado quienes están abiertos al comercio y la integración internacional, como el Perú, Colombia o Chile, y por otro lado los países que tienen diferente visión de desarrollo, que son los integrantes del ALBA, ¿cómo visualiza usted la solución del conflicto entre estas dos posiciones?
Es un problema tanto económico como político. Es el enfoque que tienen tanto Venezuela como Bolivia, Nicaragua y Ecuador en un grado menor. Rechazan la presencia de EE.UU., en realidad de Occidente, en nuestros países de América Latina, lo que me parece un enfoque totalmente equivocado. Simplemente estos países deben darse cuenta de que no tenemos ningún problema de fondo. Por otra parte, nunca hemos tenido problemas con Venezuela, al contrario, con ese país siempre hemos tenido excelentes relaciones por la vinculación con Bolívar, somos una república bolivariana. Y con Bolivia espero que no tengamos diferencias, sino, por el contrario, mayores intercambios.
Refiriéndonos a su vida personal, ¿qué libros le interesa leer? ¿Sigue viajando?
Bueno, he viajado muchísimo. Conozco 100 países, y tengo la relación hasta con fechas. He visitado toda Europa, sin ninguna excepción, casi toda África, buena parte de Asia y toda América Latina, con excepción de Surinam. Como secretario general tenía que estar presente en casi todos los países. Además, soy un gran lector desde los 14 años y muy aficionado a la música.
¿Cómo hacemos para llegar a la edad que usted tiene, en tan buena forma? Porque ahora se vive con mucha presión y estrés, lo cual perjudica la salud.
Las condiciones que debe tener una persona para llegar a los 90 años son ser siempre sereno, reflexionar, medir las reacciones, saber tolerar —con excepción de lo intolerable, como es la violencia— y ser previsor. Eso en cuanto a mí, y en cuanto a lo internacional, lo fundamental es el diálogo, la negociación con miras a solucionar, a pacificar. En el caso nuestro, que somos un país que tiene frontera con Ecuador, Brasil, Bolivia, Chile y Colombia, son cinco fronteras y hemos podido prosperar justamente porque por lo general hemos sido tolerantes. El Perú es un país que casi siempre ha sido pacífico, un país que ha reaccionado al ataque, pero nunca en su historia ha tomado una actitud beligerante en relación con sus vecinos.
(4)
The Times
July 27 2009
http://www.timesonline.co.uk/tol/news/world/world_agenda/article6729003.ece
Who is best UN Secretary-General? Ban Ki Moon could learn from Pérez de Cuéllar
(Ben Curtis/AP)
Stung by being dubbed the Invisible Man, UN secretary general Ban Ki-Moon has engaged in a series of high profile but fruitless trips
Image :1 of 3
James Bone in New York
3 Comments
Recommend? (1)
I like to play a parlour game at the United Nations called “who is the best Secretary-General?”
Ask almost any UN official this question and they will reflexively reply: “Dag Hammarskjöld.” Wrong answer.
Hammarskjöld, the Swedish mystic and posthumous Nobel Peace Prize laureate who ran the world organisation from 1954 until his death in an air crash in Congo in 1961, is the model of the activist, visionary UN chief. But he fell out badly with the Soviet Union, one of the UN’s veto powers, and led UN troops into a war in Congo that put an end to UN peacekeeping for a generation.
Some UN-watchers with shorter memories favour Kofi Annan, another Nobel Peace laureate, who modelled himself on Hammarskjöld in his effort to become the “secular Pope”.
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Ban Ki Moon to visit Burma
Ban Ki Moon gives in over Sri Lanka war
The correct answer, if you judge by results, is Javier Pérez de Cuéllar. The art-loving Peruvian diplomat, who led the UN for a decade from 1982, had little public profile. He was re-elected for a second term just months after he had undergone a quadruple heart bypass and he was so inarticulate in English that the press nicknamed him “Mumbles”.
But he had the good fortune to preside over the UN at the end of the Cold War and the good sense to play his role judiciously. His UN administration helped to negotiate the end of the Russian occupation of Afghanistan, the ceasefire in the Iran-Iraq war and the release of Western hostages in Lebanon.
He helped to persuade the “P5” veto powers — Britain, China, France, the Soviet Union and the United States — to work together behind the scenes. He led a long-delayed revival of UN peacekeeping, particularly with the operation to lead Namibia to independence. His tenure culiminated with the pinnacle of UN co-operation: the UN-mandated expulsion of Iraq from Kuwait.
These thoughts are relevant today because Ban Ki Moon, the eighth UN Secretary-General, is struggling with his image as he passes the halfway point of his first five-year term.
Mr Ban, the former South Korean Foreign Minister, has been widely criticised — including in the pages of The Times — for his lack of presence on the international stage. Unduly sensitive to criticism, or loss of “face”, he was particularly stung by an article in the Spanish newspaper El Pais last year that dubbed him “The Invisible Man” — a moniker that has stuck.
Mr Ban was picked by the United States and China as a weak Secretary-General who would not rock the boat. He appears determined, however, to see his name in lights. In recent weeks he has launched a press campaign to try to improve his profile. “Ban Ki-moon fights image as UN’s ‘Invisible Man’,” the Wall Street Journal declared in a lengthy interview this week.
Trying to prove himself Mr Ban has begun taking unnecessary risks. He travelled to Sri Lanka just after government forces mopped up the last Tamil Tigers after a bloodbath on the beach. Then he went to Burma just as the dictatorship put the democracy campaigner and Nobel Peace laureate Aung San Suu Kyi on trial. He left both places empty-handed.
The UN chief would be better advised to let his aides do more spadework before he makes such trips, so that there is a diplomatic deal already cooked and all he has to do is shake hands.
The lesson of Mr Pérez de Cuéllar’s tenure is that a Secretary-General does not have to be famous or even articulate — much less a mystic. He just has to be patient and ready for his moment to arrive.
It is quite possible, for instance, that the tottering dictatorship in North Korea will collapse during Mr Ban’s remaining term and he will play a historic role in managing the transition, even reuniting the Korean peninsula. That would certainly be worth a Nobel Peace Prize.
Until such a moment Mr Ban’s main task should be to nurture his diplomatic contacts with the great powers and not squander his credibility by cozying up to tyrants with no result. He need not fret too much about the chorus of criticism. Much of it emanates from Europe, a declining force in UN terms.
Despite his aides’ often-preposterous claims, he will never be remembered as the UN chief who saved half a million lives by getting aid agencies into Burma after Cyclone Nargis, nor the man who saved the planet by sealing the deal on limiting greenhouse gases, nor the humanitarian who put an end to fistula in Africa.
But that does not mean his chance greatness will never arrive. So let’s offer two cheers for the Invisible Man.
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Coordinadora Red de Peruanos en Utah
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Corresponsal Red Democratica del Peru
Refiriéndonos a su vida personal, ¿qué libros le interesa leer? ¿Sigue viajando?
Bueno, he viajado muchísimo. Conozco 100 países, y tengo la relación hasta con fechas. He visitado toda Europa, sin ninguna excepción, casi toda África, buena parte de Asia y toda América Latina, con excepción de Surinam. Como secretario general tenía que estar presente en casi todos los países. Además, soy un gran lector desde los 14 años y muy aficionado a la música.
¿Cómo hacemos para llegar a la edad que usted tiene, en tan buena forma? Porque ahora se vive con mucha presión y estrés, lo cual perjudica la salud.
Las condiciones que debe tener una persona para llegar a los 90 años son ser siempre sereno, reflexionar, medir las reacciones, saber tolerar —con excepción de lo intolerable, como es la violencia— y ser previsor. Eso en cuanto a mí, y en cuanto a lo internacional, lo fundamental es el diálogo, la negociación con miras a solucionar, a pacificar. En el caso nuestro, que somos un país que tiene frontera con Ecuador, Brasil, Bolivia, Chile y Colombia, son cinco fronteras y hemos podido prosperar justamente porque por lo general hemos sido tolerantes. El Perú es un país que casi siempre ha sido pacífico, un país que ha reaccionado al ataque, pero nunca en su historia ha tomado una actitud beligerante en relación con sus vecinos.
(4)
The Times
July 27 2009
http://www.timesonline.co.uk/tol/news/world/world_agenda/article6729003.ece
Who is best UN Secretary-General? Ban Ki Moon could learn from Pérez de Cuéllar
(Ben Curtis/AP)
Stung by being dubbed the Invisible Man, UN secretary general Ban Ki-Moon has engaged in a series of high profile but fruitless trips
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Ask almost any UN official this question and they will reflexively reply: “Dag Hammarskjöld.” Wrong answer.
Hammarskjöld, the Swedish mystic and posthumous Nobel Peace Prize laureate who ran the world organisation from 1954 until his death in an air crash in Congo in 1961, is the model of the activist, visionary UN chief. But he fell out badly with the Soviet Union, one of the UN’s veto powers, and led UN troops into a war in Congo that put an end to UN peacekeeping for a generation.
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But he had the good fortune to preside over the UN at the end of the Cold War and the good sense to play his role judiciously. His UN administration helped to negotiate the end of the Russian occupation of Afghanistan, the ceasefire in the Iran-Iraq war and the release of Western hostages in Lebanon.
He helped to persuade the “P5” veto powers — Britain, China, France, the Soviet Union and the United States — to work together behind the scenes. He led a long-delayed revival of UN peacekeeping, particularly with the operation to lead Namibia to independence. His tenure culiminated with the pinnacle of UN co-operation: the UN-mandated expulsion of Iraq from Kuwait.
These thoughts are relevant today because Ban Ki Moon, the eighth UN Secretary-General, is struggling with his image as he passes the halfway point of his first five-year term.
Mr Ban, the former South Korean Foreign Minister, has been widely criticised — including in the pages of The Times — for his lack of presence on the international stage. Unduly sensitive to criticism, or loss of “face”, he was particularly stung by an article in the Spanish newspaper El Pais last year that dubbed him “The Invisible Man” — a moniker that has stuck.
Mr Ban was picked by the United States and China as a weak Secretary-General who would not rock the boat. He appears determined, however, to see his name in lights. In recent weeks he has launched a press campaign to try to improve his profile. “Ban Ki-moon fights image as UN’s ‘Invisible Man’,” the Wall Street Journal declared in a lengthy interview this week.
Trying to prove himself Mr Ban has begun taking unnecessary risks. He travelled to Sri Lanka just after government forces mopped up the last Tamil Tigers after a bloodbath on the beach. Then he went to Burma just as the dictatorship put the democracy campaigner and Nobel Peace laureate Aung San Suu Kyi on trial. He left both places empty-handed.
The UN chief would be better advised to let his aides do more spadework before he makes such trips, so that there is a diplomatic deal already cooked and all he has to do is shake hands.
The lesson of Mr Pérez de Cuéllar’s tenure is that a Secretary-General does not have to be famous or even articulate — much less a mystic. He just has to be patient and ready for his moment to arrive.
It is quite possible, for instance, that the tottering dictatorship in North Korea will collapse during Mr Ban’s remaining term and he will play a historic role in managing the transition, even reuniting the Korean peninsula. That would certainly be worth a Nobel Peace Prize.
Until such a moment Mr Ban’s main task should be to nurture his diplomatic contacts with the great powers and not squander his credibility by cozying up to tyrants with no result. He need not fret too much about the chorus of criticism. Much of it emanates from Europe, a declining force in UN terms.
Despite his aides’ often-preposterous claims, he will never be remembered as the UN chief who saved half a million lives by getting aid agencies into Burma after Cyclone Nargis, nor the man who saved the planet by sealing the deal on limiting greenhouse gases, nor the humanitarian who put an end to fistula in Africa.
But that does not mean his chance greatness will never arrive. So let’s offer two cheers for the Invisible Man.
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